José Ángel Guedea Adiego
8º Dan de Judo

¡Apúntalo a Judo! Es el consejo que se dan algunas veces entre padres, cuando observan y comentan conductas inadecuadas de sus hijos y han visto cómo el Judo, como deporte y la disciplina que comporta, ha influido en los suyos o en otros niños.

Y se pasan por el club:

“No hace caso a nadie, a ver si el Judo le formaliza…”
Y cuando ya ha empezado: “¿Qué tal se porta? ¿Obedece?, porque lo que es en casa…”

Y no se dan cuenta de que nosotros, solo somos Profesores de Judo. No somos especialistas en educación infantil.

Sabemos como hay que hacer, como se hacen, y qué hay que hacer para aprender los movimientos de Judo. Tenemos la experiencia de que para aprenderlos y practicarlos, hace falta un ambiente, una disciplina y un comportamiento que ayuda, y que tratamos de implantar, servirnos de él, e intentamos cumplir.

A mi me gusta escribir y escribo todos los días. Es una forma de realizar evaluaciones de las sesiones que imparto cada día, por escrito. Me ayuda a enterarme mejor de lo que hago, y entiendo que no me hace ningún mal.

A raíz de allí a veces salen escritos y reflexiones que si me parecen consecuentes, después de que las aprueben mis “lectores críticos”, que son mi amigo y socio Jesús Sánchez, y mi amigo Raúl Merino de Torrelavega y si les parecen acertados y coherentes, y después de escuchar los comentarios de amigos y alumnos varios, como son Carlos García, Paco Gracia, los hermanos Crespo (Jonatan, David y Saúl), Saúl Nafría, Sergio Gayan, Jorge Monge, con los que trato a diario, se las paso a Alfonso Escobar, informático y encargado de la página de la Española para que las suba.

Y esta temporada, después de unos meses, tengo que reconocer que, agobiado por el comportamiento y proceder de algunos alumnos “insufribles”, que a todos nos caen en ocasiones, en mi “desesperación”, escribí un artículo, que después de mandárselo a Raúl Merino, para que lo juzgase, y antes de que él me dijera nada lo volví a leer y me pareció duro.

Cuando hablé con él, antes de que se pronunciara, le di mi parecer y me dijo que sí. Que a él también le había parecido duro. Que entendía y comprendía que todas las situaciones que planteaba se daban en nuestras sesiones, que esas sensaciones eran comunes muchas veces a todos los Profesores de Judo, pero que de alguna manera mostraba nuestra debilidad. Que era un artículo que exhibía la debilidad de los Profesores de Judo.

Y después de oír su opinión, decidí entonces que poner algo así, y mostrar nuestras debilidades no tenía sentido, que sería un articulo que guardaría para mi y para compartir con mis amigos más cercanos.

Y comentando con Raúl el artículo y situaciones que se dan con frecuencia, surgió la idea del título de este artículo, “apúntalo a Judo”, comentario de muchos padres que hacen ante situaciones problemáticas, donde de alguna manera puedo incluir el “¡que te eduquen en casa!”, donde muestro nuestra debilidad, pero que, envuelto en “apuntalo a Judo”, manifiesto la esperanza en todo el trabajo que tenemos para desarrollar y trasladar a nuestro alumno.

Y continuación van “nuestras debilidades”.

¡Que te eduquen en casa!

Depende, de qué depende…
Y como dice la canción de Jarabe de Palo: “de según como se mire, todo depende…”
Las relaciones humanas son así, y hay alumnos que te motivan, que te hacen sentir bien y te encuentras bien con ellos, y otros que no. Y, ¿por qué esto, es así?

De qué depende que, unos alumnos te hagan sentir bien cuando vienen y a otros ni los echamos en falta cuando no aparecen, incluso a veces deseamos que no aparezcan.

Y las razones son: en un primer lugar, cuando los conocemos, por cómo se conducen, por su forma de actuar y su conducta en el club, por su educación, modo de hablar, de dirigirse a nosotros y entre sus compañeros, y de expresarse.

Durante las sesiones, por el trato con sus compañeros, por cómo se relacionan y se comportan con ellos, y en el momento de practicar, por el interés que demuestran en aprender las distintas acciones, y de cómo van llegando a hacer los movimientos de Judo.

Y la pregunta que nos hacemos a veces los Profesores de Judo es, de porqué nos gusta más estar con unos que con otros, cómo nos sentimos cuando vemos aparecer alumnos que nos apetece ver y queremos tener en la sesión, y cuando vienen otros que no nos importaría nada que no estuvieran.

Cuando el grupo es numeroso no somos tan sensibles, ni advertimos tanto, de los que nos hacen sentir bien ni de los otros, pero en sesiones “bajo mínimos”, y coincide además, que vienen a veces los que nos importan menos, trabajar con ellos y para ellos nos resulta más duro.

Pero cómo “los importantes son los que vienen”, y profesionalmente nos debemos a ellos, a los que vienen, tratamos de cumplir, pero nuestra actitud y nuestra voluntad no es la misma cuando nos esforzamos por los que queremos, que cuando los que vienen no nos motivan lo mínimo y tenemos que esforzarnos, cuando nos dan igual.

Y nos importan menos, porque son los alumnos que en el momento de practicar, en el calentamiento, al hacer uchi komi advertimos que no ponen especial interés por mejorar, que se distraen, que “van a su bola” que están estancados, que no arrancan, ni quieren hacerlo, y que además tienen la audacia de corregir e indicar a sus compañeros como tienen que hacerlo.

Alumnos, que no ponen cuidado al practicar con compañeros de menor nivel o más ligeros, y los ponen en riesgo de hacerles daño sin parecer importarles mucho.

Y nos planteamos, y observando su actitud, tratamos de entender de qué depende el que unos nos gusten más que otros, de que con unos nos encontremos mejor y más cómodos, de que por algunos lo haríamos todo y por otros no moveríamos un dedo…

Y quiero recordar que las simpatías y las antipatías muchas veces suelen ser mutuas.

A veces el trato con un dependiente encargado de una tienda o un camarero en una cafetería, puede ser más o menos agradable. Y si el sujeto no te atiende bien, con no ir a ese comercio o no entrar en ese establecimiento, solucionado el problema.

Aquí, en nuestras clases tenemos que aguantarlos.
Hace poco tuve que decir a un alumno infantil, cinto naranja- verde, físicamente bueno, que su actitud y el trato con sus compañeros, desde que empezó hace tres temporadas se me hacía cada día más insoportable, que si no cambiaba, que dejara de venir y que no viniera más. Y así lo hizo, dejó de venir, pero yo me quedé con el remordimiento de que quizá tenía que haber puesto más interés en “reconducirlo”.

Porque en su momento hace ya más de 20 años en “Vivir el Judo”, escribí en un apartado que titulé:

“Prioridad en el planteamiento de objetivos deportivos y de formación.
En este apartado el entrenador debería preguntarse que es para él el Judo.
En un primer momento el Judo puede ser tenido en cuenta simplemente como un deporte más. Pero el Judo es y debe ser ante todo EDUCACIÓN. el trabajo de Judo, el aprendizaje de las técnicas, la práctica en grupo, las competiciones las victorias, las derrotas…no deben ser un fin en sí mismo, tienen que ser un medio de educar, de aprender, de crecer en un ambiente deportivo, de crear unos hábitos higiénicos, de tener mediante el Judo grandes experiencias de relación de amistades que en muchos casos duraran toda la vida, de posibilidades de viajar, conocer gente nueva, aprender a «cuidar» y a respetar al contrario imprescindible en la practica de mi deporte para practicar y progresar….
Igual que se aprenden las matemáticas en el colegio y se aprende a sumar y esto nos sirve en la vida diaria, el aprendizaje de Judo debe servir exactamente igual y poder aplicar las enseñanzas que el aprendizaje de Judo conlleva en la vida diaria de forma que consigamos que el Judo sea una escuela de vida.
El Judo, al judoka le tiene que servir, para ser mejor en su vida diaria, para realizar correctamente su misión de estudiar ó trabajar, de esta manera estando a gusto consigo mismo puede dedicarse con ilusión y sin preocupaciones a la práctica de su deporte y donde indudablemente de esta forma su rendimiento deportivo será mucho mayor”.

Y sentí, que quizá teníamos que habernos dado alguna oportunidad más.

Pero, y a lo mejor es porque ya soy mayor, y llevo y tengo muchos años para aguantar según qué cosas y a quien.

¡Que te eduquen en casa!, me sale pensar a veces cuando, a estas alturas, lo estás pasando mal, cuando acudes a impartir una clase desmotivado, previendo lo que te vas a encontrar, y te encuentras una sesión donde un alumno, con edad, como para saber cómo tiene que comportarse, se muestra maleducado, no hace caso, habla en voz alta, canta, pierde el tiempo, hace perder el tiempo a sus compañeros, en definitiva demuestra un afán de protagonismo desmedido y una falta de educación manifiesta, molesta en el grupo, resulta nocivo y ¿tienes que aguantarlo?

Y me pregunto, ¿por qué tengo que ser yo el que me enfrente y le explique cómo tiene que resolver su problema, reconducirse y cómo tiene que comportarse en grupo?

Y aunque quizá no tuviera que hacerlo así, doy solo las indicaciones precisas, e intento no alterarme, vigilo sobre todo para que el trato con sus compañeros, dentro de su mala educación, sea el correcto, y tratando de no sufrir me sale pensar: ¡que te eduquen en casa!

Hasta aquí el artículo donde los Profesores de Judo, según mi amigo Raúl, nos mostramos débiles.

Y a pesar de todo, confío en el Judo como revulsivo. Si nuestro alumno viene educado de casa, como vienen muchos, tanto mejor.

Pero si no, apuntándolo a Judo, que aun sin ser los Profesores de Judo especialistas en educación, ayudándonos del Judo y de la experiencia de muchos casos, durante muchos años, seguro que algo podemos hacer, para conseguir que se noten cambios en la forma de proceder del niño, y que el Judo resulte un soporte y una ayuda importante en su formación.

Por eso, apúntalo a Judo